Hola Amiga

Hola Amiga

Quizás con frecuencia te paras frente a un espejo y no te gusta la imagen que ves.  Quizás ese espejo no sea otra cosa que la estima real o percibida que otros tienen de tu persona.  Si es así, tengo muy buenas nuevas para ti.

Hay uno que no forja su imagen de ti basado en tu apariencia, ni en lo que otros piensan de ti.  Más bien, mira a su creación, de la cual eres parte, para contrastar tu infinito valor con el de sus otras criaturas.  Ante  un grupo de personas, muchas de las cuales  eran pobres y despreciadas de la sociedad, Jesús preguntó: “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de Sábado, no le eche mano, y la levante?  Pues ¿cuánto más vale un hombre [¡y aún más una mujer!] que una oveja?” (Lucas 12: 11, 12).

En el capítulo 14: 5, encontramos una ilustración similar pero utiliza al buey y al asno en el mismo sentido que en el capítulo 12 utilizó a la oveja.

En otra ocasión dijo: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.  Pues aun vuestros cabellos están todos contados.  Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10: 29-31).

La estima propia toma dos puntos de apoyo: la utilidad y la belleza.  La que se siente despreciada se dice: “soy una inútil.  No sirvo para nada”, o “que gorda estoy …  o fea”, o lo que sea.  Pero el hecho es que mira su propia apariencia como si fuese una inconforme adolescente.  Pero el Señor ve infinita utilidad y belleza en ti.

En tiempos antiguos y aún hoy, un buey era de suma utilidad.  Desde sus cuernos hasta su carne, desde su fuerza física hasta su potencial de procrear, era todo codiciable.  De semejante utilidad eran la oveja, el asno y otros animales domésticos.  Los pajarillos pudieran no ser las criaturas más útiles de la naturaleza, pero sí de las más bellas.  Sus trinos alegran el aire, y su plumaje transporta la vista del que lo aprecia a un mundo exhuberante y colorido.

Pero tú, amiga, excedes en mucho a todos ellos.    Tú eres infinitamente más útil que un buey.  Aún si yaces en un lecho.   Eres infinitamente más bella ante los ojos del cielo que los pajarillos.  Recuerda que “el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.  Vales la vida del Hijo de Dios.  Cuando te aprecias, aprecias su sacrificio.  Cuando no, lo ves como vano.  No olvides que “fuísteis rescatados…  no con cosas corruptibles, como oro o plata … sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1: 18, 19).

Cuando pierdas tu valor, y sólo veas imágenes horripilantes en el espejo de tu estima propia, mira a la cruz, y sabrás cual es tu precio, un precio pagado por ti, no porque ya lo valías sino para que lo llegases a valer.  Cuando aprecies tu valor infinito, apreciarás a otros que al igual que tú valen mucho más que ovejas, bueyes  y pajarillos, y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 

Credito: Danilo D. Gómez

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